
Hace unos días comentaba con un amigo sobre los conflictos armados que incesantemente siguen apareciendo, -en ese momento el menú del día era el diferendo fronterizo entre Camboya y Tailandia que se suma a la invasión de Rusia a Ucrania y la cruzada de Israel en el Medio Oriente-; y la posibilidad de que estos eventos fueran a abrir la puerta a una Tercera Guerra Mundial.
En este punto mi amigo me detuvo y me corrigió, “será la Cuarta Guerra Mundial, porque la tercera ya fue”. Al preguntarle cuándo había sido que me la perdí, la respuesta me tomó desprevenido, “el COVID-19, donde China enfrentó a Occidente sin movilizar ni perder ni un soldado fuera de su territorio, ni gastar un centavo extra en la esfera militar.”
Esa idea, expresada por una persona que es muy objetiva y no comparte ninguna de las teorías de la conspiración que pululan por los alrededores, me puso a pensar y decidí investigar para entender mejor qué fue lo que realmente ocurrió detrás de la máscara COVID-19, evento traumático que aún se mantiene latente en buena parte del mundo, cobrando cada vez más vidas.
Obviamente la pandemia de COVID-19, causada por el coronavirus SARS-CoV-2, se erige como uno de los eventos globales más decisivos de este joven siglo XXI. Trastocó sociedades, economías y sistemas de salud, exponiendo vulnerabilidades y provocando respuestas sin precedentes. Si bien la cantidad de muertes se cuentan por millones, la afectación psicológica de los sobrevivientes y sus familiares se cree sea el peor efecto de este virus.
Como sabemos, o creemos saber (a estas alturas no es bueno afirmar nada categóricamente) el COVID-19 se detectó en humanos a finales de 2019 en Wuhan, provincia de Hubei, China. El origen exacto del virus sigue siendo objeto de investigación, aunque las principales teorías sugieren una propagación zoonótica (transmisión de animales a humanos), posiblemente a través de mercados donde los humanos entraron en contacto cercano con la fauna silvestre.
Los murciélagos se consideran reservorios naturales de muchos coronavirus, existiendo la sospecha de que los pangolines pudieran haber jugado el rol de posibles huéspedes intermediarios. Si bien algunas teorías alternativas propusieron un origen de laboratorio, la mayoría de los virólogos y epidemiólogos apoyaron la teoría del origen natural, aunque aún no se ha aceptado universalmente una conclusión definitiva.
Independientemente de su origen, y como es conocido, el virus se propagó rápidamente debido a la interconexión global, la movilidad humana, el ocultamiento premeditado de su existencia por las autoridades chinas y el accionar sospechosamente lento de la Organización Mundial de la Salud (OMS), lo que provocó la falta de efectivas medidas iniciales de contención.
Propagación global e impacto estadístico
El COVID-19 fue declarado Emergencia de Salud Pública de Importancia Internacional por la OMS el 30 de enero de 2020 y, posteriormente, Pandemia Mundial el 11 de marzo de 2020. La magnitud de la infección y la mortalidad asociada a la misma fue asombrosa.
A finales de 2023 se habían confirmado más de 770 millones de casos a nivel mundial, con más de 7 millones de personas fallecidas, según estimaciones de la OMS.
Al parecer lo único que funcionó decentemente, aunque ampliamente cuestionadas, fueron las vacunas y las campañas para inmunizar a la mayor cantidad de personas en el menor tiempo posible. Aproximadamente el 70 % de la población mundial ha recibido al menos una dosis, habiéndose administrado miles de millones de dosis.
Es verdad que las vacunas viables contra el COVID-19 estuvieron disponibles en el tiempo récord de 10 meses gracias a la utilización de un método revolucionario de investigación y desarrollo (ARN mensajero (ARNm) y vectores virales), pero también es ciento cierto que ni ellas ni el bost que se fue administrando posteriormente tuvieron mucha efectividad con las mutaciones principales: Alpha, Beta, Delta, and Omicron.
Aclaro que el término viable se refiere a las que probaron ser efectivas en al menos un 80 por ciento de los casos como las manufacturadas por Pfizer-BioNTech y Moderna; no los “batidos” de quien sabe qué, desarrollados sin mucho rigor científico y con una carga política extrema como principal ingrediente. A saber: Abdala, Sputnik, Patria y demás del Circo Patriótico; las cuales nunca obtuvieron la certificación de la OMS ni tampoco los resultados que, a bombo y platillo, prometían ofrecer.
Si bien el impacto económico fue brutal, -el PIB mundial se contrajo un 3,4 % en 2020 reportándose una caída del 7% en el comercio mundial en ese año marcando la peor recesión desde la Segunda Guerra Mundial-; el impacto social: confinamientos, restricciones de viaje, separación familiar, el cierre de escuelas y centros laborales afectaron psicológicamente a miles de millones de personas.
Los problemas de salud mental aumentaron en espiral debido al temor a morir a manos de un enemigo invisible, el aislamiento, la pérdida de empleo y la incertidumbre. Muchos de estos daños tomaron un carácter permanente.
Además del colapso sanitario mundial, la pandemia reveló importantes deficiencias en las cadenas de suministro internacionales. Sumémosle la miopía de no estar debidamente preparados, con los suficientes equipos de protección individual, respiradores y medicamentos, complicó aún más el alarmante escenario, fundamentalmente los primeros meses.
Muchos gobiernos negaron las recomendaciones de los científicos para el uso extensivo de máscaras y trajes adecuadas que protegería a los trabajadores de la salud, los combatientes de la primera trinchera.
El tratamiento de un evento tan peligroso y letal a través de una visión política empeoró la ya precaria situación epidemiológica.
Lo Negativo: Factores que agravaron la letalidad de la pandemia
Varios factores contribuyeron a la rápida propagación y al grave impacto de la COVID-19:
1. Respuesta tardía: En muchos países, se ignoraron o subestimaron las alertas tempranas, lo que permitió que el virus se propagara sin control.
2. Movilidad global: Los viajes internacionales facilitaron la rápida transmisión global.
3. Tensión del sistema sanitario: Muchos sistemas de salud, especialmente en países de bajos ingresos, no estaban bien equipados para gestionar el aumento en espiral de los casos.
4. Desinformación: Las redes sociales amplificaron las teorías conspirativas, el escepticismo sobre las vacunas y la desconfianza pública, lo que socavó las iniciativas de salud pública gubernamentales.
5. Variantes: La aparición de nuevas variantes, como la Delta y la Ómicron, aumentó la transmisibilidad y, en ocasiones, redujo la eficacia de las vacunas.
6. Densidad urbana y pobreza: Las zonas urbanas densamente pobladas, en particular los asentamientos informales, experimentaron mayores tasas de infección debido al limitado espacio para el distanciamiento social y a condiciones sanitarias inadecuadas.
7. Envejecimiento de la población y comorbilidades: Los países con poblaciones de mayor edad y alta prevalencia de enfermedades crónicas se enfrentaron a tasas de mortalidad más altas.
Lo Positivo: Logros científicos y respuestas médicas
A pesar de la tragedia, la pandemia impulsó notables avances científicos:
1. Vacunas: La tecnología de ARNm, en franco desarrollo, se implementó rápidamente en las vacunas de Pfizer-BioNTech y Moderna.
2. Tratamientos: Los antivirales, los anticuerpos monoclonales y la mejora de los protocolos de cuidados intensivos ayudaron a reducir la mortalidad.
3. Pruebas y vigilancia: Las pruebas generalizadas y la secuenciación genómica ayudaron a rastrear y responder a los brotes.
4. Intercambio de datos: Una colaboración global sin precedentes permitió a los científicos compartir hallazgos y coordinar la investigación.
5. Soluciones de salud digital: La telemedicina se expandió rápidamente, ofreciendo consultas remotas y mejorando el acceso a la atención médica, especialmente en zonas rurales.
Hasta aquí todos de acuerdo. Ahora, el punto álgido y fundamental de este artículo:
¿Fue el COVID-19 un fenómeno natural, una fuga de laboratorio o un acto deliberado?
Desde el inicio de la pandemia, una de las preguntas más debatidas ha sido el origen de esta. Comprender si el SARS-CoV-2, el virus responsable del COVID-19, mutó infectando a los humanos de forma natural o no, no solo es de interés científico, sino político-militar. Veamos una vez más las tres hipótesis en detalle.
La hipótesis del origen natural sugiere que el SARS-CoV-2 saltó de un huésped animal a los humanos. Existen precedentes históricos de virus que pasan de animales a humanos en mercados o entornos agrícolas. Esto se conoce como Enfermedad Zoonótica. Los patógenos zoonóticos pueden ser bacterias, virus, parásitos o agentes no convencionales que se propagan a los humanos por contacto directo o a través de los alimentos, el agua o el medio ambiente
Esta vía no es infrecuente; coronavirus anteriores como el SARS-CoV (2002-2003) y el MERS-CoV (2012) siguieron patrones de transmisión similares. Como ya hemos señalado, los murciélagos se consideran el reservorio natural de los coronavirus relacionados con el SARS, y los huéspedes intermediarios, posiblemente pangolines u otros mamíferos, podrían haber facilitado la transmisión a los humanos.
Los defensores de la teoría del origen natural destacan varios puntos, entre ellos la similitud genética, (el SARS-CoV-2 comparte más del 96% de su genoma con un coronavirus de murciélago conocido como RaTG13, lo que indica una relación estrecha).
Sin embargo, aún no se ha encontrado una prueba definitiva de este supuesto origen zoonótico. No se ha identificado ningún huésped intermedio a pesar de varias suposiciones y unos cuantos años de investigación.
La segunda hipótesis se sustenta en una posible fuga de laboratorio proponiendo que el SARS-CoV-2 pudo haberse escapado accidentalmente de un laboratorio, en particular del Instituto de Virología de Wuhan (IVW), que precisamente realizaba investigaciones sobre coronavirus.
Es importante señalar que, al día de hoy, no hay evidencia directa que demuestre que el virus fue diseñado genéticamente o manipulado deliberadamente; sin embargo, esta hipótesis cobró fuerza basándose en varios puntos circunstanciales: coincidencia geográfica (el brote inicial comenzó en Wuhan, donde se encuentra el IVW que ha estado estudiando coronavirus de murciélagos y realizando experimentos enfocados en mejorar la transmisibilidad viral en entornos de laboratorio para comprender mejor las amenazas futuras).
Sumado a esto existen las preocupaciones sobre informes anteriores donde se han señalado protocolos de bioseguridad inadecuados en varios laboratorios a nivel mundial, incluyendo los de China. Por otra parte, algunas evaluaciones de inteligencia de Estados Unidos han considerado la fuga de laboratorio como un escenario plausible por lo antes expuesto, aunque las conclusiones siguen sin ser definitivas.
La mayoría de los organismos científicos sostienen que ambas teorías siguen siendo posibles, aunque el origen natural cuenta con un mayor respaldo debido a los datos disponibles.
La tercera, y más controvertida teoría, es la que se sostiene que el virus fue liberado deliberadamente. Obviamente es un poco más especulativa que las dos anteriores. Aunque no ha sido descartada totalmente, ninguna agencia de inteligencia ni organismo científico ha corroborado esta afirmación.
Esta teoría implicaría un peligroso nivel de intención por parte de China para evaluar los daños ocasionables a Occidente en este tipo de Guerra Biológica, una moderna versión de la tensa y peligrosa Guerra Fría de finales del siglo pasado. También serviría para probar la respuesta y la preparación, para enfrentar un evento de esta magnitud, que pudiera poner en práctica Occidente.
En las tablas que se adjuntan al final se puede determinar claramente lo siguiente:
1. Las muertes causadas por enfermedades (Tabla 1) supera ampliamente a las causadas por los principales conflictos armados (Tabla 2) a lo largo de la historia de la humanidad, lo cual podría tomarse como referente para la posible utilización de alguna enfermedad como arma.
2. La mayor cantidad de casos reportados de COVID-19 corresponde a los países desarrollados (Tabla 3), lo cual se puede deber a que los sistemas estadísticos de esos estados son más rigurosos, profesionales y confiables.
3. Sin embargo, las muertes que se le atribuyen al COVID-19 son mayores en otros países (Tabla 4), excepto en Estados Unidos. Este fenómeno pudiera deberse a los distintos niveles de desarrollo y a la cantidad de pobladores de cada uno.
4. La diferencia anterior puede ser explicada por la evaluación entre lo reportado oficialmente y lo que estiman fuentes independientes (Tabla 5). Allí resaltan la poca confiabilidad en los datos gubernamentales de India, China, Rusia e Indonesia.
5. Finalmente la Tabla 6 nos da una visión completa entre las proporciones de la población, los que enfermaron y murieron en los principales países diezmados por el COVID-19.
No es muy difícil sacar dos conclusiones más:
1. Los reportes ofrecidos por China no tienen ninguna confiabilidad.
2. A pesar de ser el país donde se originó la pandemia, los números reportados de enfermos y de muertos son significativamente menores que en otros países con menos población, mejores sistemas de salud y acceso a mayor cantidad y calidad de recursos.
Estos dos indicadores son los que, al parecer, alimentan principalmente a algunos tericos de las conspiraciones sobre que, quizás, el COVID-19 fue un Juego de Guerra con municiones reales. Una prueba a Occidente.
Determinar el verdadero origen del COVID-19 no es un mero ejercicio académico. Tiene implicaciones directas para la bioseguridad global y la confianza pública.
Actualmente, la Organización Mundial de la Salud (OMS), junto con múltiples equipos nacionales e independientes, sigue pidiendo una investigación transparente y con base científica sobre el origen del virus, tarea que es difícil de completar.
Sin acceso a datos reales, registros verídicos de laboratorio y la cooperación sin filtros de todas las partes interesadas; las respuestas definitivas podrían seguir siendo difíciles de alcanzar.
Las pandemias futuras, intencionales o no, no son una cuestión de “si”, sino de “cuándo”, y lo que hagamos ahora determinará el resultado que tendremos enfrentando esos futuros eventos.
LV, NV, 10/25/2025
Tabla 1. Guerras más mortales de la historia (ordenadas por muertes estimadas)
| Conflicto | Muertes estimadas | Años | 
| Segunda Guerra Mundial | 70 a 85 millones | 1939–1945 | 
| Conquista de América (guerras + enfermedades) | 15 a 55 millones | 1492–1600s | 
| Rebelión Taiping (China) | 20 a 30 millones | 1850–1864 | 
| Primera Guerra Mundial | 15 a 20 millones | 1914–1918 | 
| Segunda Guerra Sino-Japonesa | 15 a 20 millones | 1937–1945 | 
| Guerra Civil China | 6 a 8 millones | 1927–1949 | 
| Guerras Napoleónicas | 3.5 a 6 millones | 1803–1815 | 
Tabla 2. Pandemias más mortales de la historia (ordenadas por muertes estimadas)
| Pandemia | Muertes estimadas | Años | Región principal | 
| Peste Negra (la Gran Plaga) | 75 a 200 millones | 1347–1351 | Europa, Asia, África | 
| Viruela (siglo XVI–XX) | 56 a 100 millones | Siglos XVI–XX | Mundial | 
| Gripe Española (Influenza) | 50 a 100 millones | 1918–1920 | Mundial | 
| VIH/SIDA | 40 a 45 millones | 1981–presente | Mundial | 
| Tercera pandemia de peste | 12 a 15 millones | 1855–1960 | Asia, África | 
| COVID-19 | 6.9 a 20 millones | 2019–presente | Mundial | 
| Cólera (varias pandemias) | 1 a 4 millones | Siglo XIX–XX | Mundial | 
| Gripe Asiática | 1 a 2 millones | 1957–1958 | Mundial | 
Tabla 3. Países con más casos de COVID-19 (estimados)
| País | Casos confirmados (estimados) | 
| Estados Unidos | Más de 105 millones | 
| India | Más de 45 millones | 
| Brasil | Más de 38 millones | 
| Francia | Más de 35 millones | 
| Alemania | Más de 30 millones | 
| Reino Unido | Más de 25 millones | 
| Rusia | Más de 20 millones | 
| Turquía | Más de 17 millones | 
| Italia | Más de 18 millones | 
| España | Más de 14 millones | 
Tabla 4. Países con más muertes por COVID-19 (estimados)
| País | Muertes confirmadas | 
| Estados Unidos | Más de 1.1 millones | 
| Brasil | Más de 700,000 | 
| India | Más de 530,000 | 
| México | Más de 330,000 | 
| Rusia | Más de 380,000 | 
| Perú | Más de 220,000 | 
| Reino Unido | Más de 220,000 | 
| Indonesia | Más de 160,000 | 
| Colombia | Más de 140,000 | 
| Italia | Más de 190,000 | 
Tabla 5. Comparación de muertes por COVID-19 (datos oficiales vs. estimaciones independientes)
| País | Muertes oficiales (millones) | Estimación independiente (millones) | Notas relevantes | 
| Estados Unidos | ~1.1 | ~1.1 | Datos confiables, buena transparencia | 
| Brasil | ~0.7 | ~0.7 | Reportes oficiales consistentes | 
| India | ~0.53 | 1.5 – 4.5 | Se cree que hubo subregistro** significativo | 
| México | ~0.33 | ~0.4 | Algunos subregistros**, pero cifras relativamente claras | 
| Rusia | ~0.38 | 0.5 – 0.7 | Posible subregistro** en reportes oficiales | 
| Reino Unido | ~0.22 | ~0.22 | Datos confiables | 
| China | ~0.06 | 1.3 – 1.5 | Datos oficiales muy bajos, estimaciones sugieren muertes más altas | 
| Perú | ~0.22 | ~0.22 | Datos oficiales y estimaciones similares | 
| Indonesia | ~0.16 | 0.2 – 0.3 | Posible subregistro** | 
| Colombia | ~0.14 | ~0.14 | Datos oficiales aceptados | 
** subregistro = no se registran o reportan todos los casos o muertes reales que ocurren.
Tabla 6. Comparación estadística de muertes por COVID-19 (estimados)
| País | Población (millones) | Casos (millones) | Muertes (millones) | % enfermos | % fallecidos | 
| Francia | 65 | 35 | 0.16 | 53.8% | 0.25% | 
| Alemania | 83 | 30 | 0.16 | 36.1% | 0.19% | 
| Reino Unido | 67 | 25 | 0.22 | 37.3% | 0.33% | 
| Estados Unidos | 333 | 105 | 1.1 | 31.5% | 0.33% | 
| Italia | 59 | 18 | 0.19 | 30.5% | 0.32% | 
| España | 47 | 14 | 0.12 | 29.8% | 0.26% | 
| Turquía | 86 | 17 | 0.10 | 19.8% | 0.12% | 
| Brasil | 214 | 38 | 0.7 | 17.8% | 0.33% | 
| Rusia | 146 | 20 | 0.38 | 13.7% | 0.26% | 
| India | 1425 | 45 | 0.53 | 3.16% | 0.037% | 
| China | 1410 | 0.08 | 0.06 | 0.0057% | 0.0043% | 

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