
Desde cierta perspectiva crítica, la “revolución” cubana es analizada por algunos estudiosos como un grave error histórico o una anomalía que no debería haber sucedido. Lo cierto es que, o el gobierno de los Castro ha gozado de una extrema buena suerte, o ha estado apoyado por coyunturas increíbles donde, hasta sus propios enemigos, le han servido de garantía y sostén.
Es una historia, que la lógica no puede explicar, de dominación totalitaria de un pueblo que era una sociedad civil pujante en el momento del desastre, acompañada por una injerencia incómoda y desfachatada en los asuntos de muchos gobiernos y países.
Veamos algunos de los acontecimientos que han marcado profundamente la vida en Cuba en los últimos 66 años.
La promesa inicial de democratización y libertades civiles bajo el nuevo régimen revolucionario, instaurado por la vía armada a principios de 1959, pronto se vio socavada por la imposición de un sistema de partido único totalitario y la sistemática represión política.
Lo que comenzó como un alzamiento popular, apoyado por todas las capas de la sociedad civil cubana, que buscaba justicia y respeto a los derechos humanos; rápidamente se transformó en una autocracia donde el Partido Comunista de Cuba (PCC) bajo el liderazgo unipersonal y egocéntrico de Fidel Castro y, posteriormente de su hermano menor Raúl, ejerció un control absoluto sobre todas las esferas de la vida política, económica y social de la Isla.
La falta del imprescindible pluralismo político y la persecución encarnizada de cualquier muestra de disidencia política o descontento popular ha llevado a la detención y encarcelamiento de decenas de miles de presos políticos. Un número no despreciable de ellos ha muerto por falta de atención médica básica, alimentación insuficiente o ejecuciones sumarísimas en los Gulags cubanos.
Estos “disconformes” con el régimen establecido han sufrido constantes torturas físicas y psicológicas, siendo mantenidos en condiciones inhumanas, privados de sus derechos fundamentales por el pecado de tratar de expresar opiniones divergentes al férreo régimen totalitario impuesto por el Dictador en Jefe.
La maquinaria del régimen simplemente ha tratado, -y en la abrumadora mayoría de los casos-, ha logrado convertirlos en “no personas” vivientes, en una especie de zombies políticos.
Ahora, casi 70 años después del inicio del desastre nacional, lo que sí se puede afirmar sin temor a equivocaciones, es que en Cuba NO se trató de construir el Socialismo, y menos hubo intención de llegar hasta su etapa superior: el Comunismo.
Nada de eso, Fidel Castro diseñó su propio sistema social: El Fidelismo.
Un sistema muy sencillo de entender y fácil de ejecutar. Esta “ideología” tiene solamente dos principios básicos inamovibles, y no negociables:
- El Excelso Líder ejerce el poder absoluto e indiscutido. Nunca se equivoca. Su palabra y acción es la Ley Suprema que rige en su reinado. No importan los fracasos estrepitosos llevando a cabo las ideas más descabelladas del Dictador Tropical.
- Todo gira alrededor de la esfera de poder, siendo el Excelso Líder, junto a sus familiares cercanos, el centro de ese universo. La Familia Real es intocable, todos los demás integrantes del aparato gubernamental y militar: ministros, militares de alto rango, integrantes de las organizaciones de la “sociedad civil socialista” y demás acólitos y testaferros son simplemente aves de paso por el poder, perfectamente sacrificables.
En la esfera exterior cercana, Latinoamérica, el régimen totalitario de La Habana, desde el principio, estuvo muy activo.
Empezamos con Panamá el 19 de abril de 1959. Un yate que zarpó desde el puerto de Batabanó desembarcó en las costas de Panamá. Fue un rotundo fracaso que Castro negó vehementemente; aunque se negoció que los detenidos cubanos fueran repatriados a la Isla. Al mes fueron liberados y más nunca se habló de esa incursión.
Casi dos meses después del suceso en Panamá, junio de 1959, una expedición de unos 60 hombres armados partió desde Cuba y desembarcó en las costas caribeñas de Honduras, aunque el objetivo era infiltrarse en territorio nicaragüense. Los expedicionarios eran mayormente exiliados nicaragüenses, secundados por cubanos y guatemaltecos.
Otro fallo total. Los sobrevivientes regresaron a Cuba donde siguieron recibiendo entrenamiento militar y se reagruparon con otros exiliados nicaragüenses. Estos más tarde fueron el núcleo de donde surgieron los llamados “sandinistas”.
El 14 de junio de 1959, una fuerza de más de 50 hombres, -dominicanos y cubanos-, despegó de un aeropuerto en la zona oriental de Cuba. El avión estaba pintado con los colores de la Fuerza Aérea Dominicana. La nave aterrizó en el interior del país, donde tomaron un cuartel por sorpresa.
El avión regresó inmediatamente a Cuba, donde Camilo Cienfuegos, -quien había estado a cargo de la operación-, ordenó el arresto del piloto venezolano y luego negó la participación de la Isla en el suceso.
En agosto de 1959, un grupo de unos 30 hombres armados, compuestos por cubanos, haitianos y dos venezolanos zarparon de Baracoa rumbo a Haití con el fin de promover el derrocamiento del gobierno de François Duvalier. También fracasó estrepitosamente.
En los primeros años de la década de 1960, unos 300 jóvenes izquierdistas peruanos recibieron entrenamiento guerrillero en Cuba.
El 3 de octubre de 1960, el gobierno del presidente guatemalteco Miguel Idígoras Fuentes divulgó un comunicado en el que informó que su Fuerza Aérea había atacado una embarcación cubana que aparentemente estaba desembarcando armas en las costas atlánticas del país. Unas tres semanas más tarde, el gobierno de Guatemala denunció un plan para invadir su país a través de la frontera con Honduras.
Curiosamente el protagonista de esa posible futura invasión era un tal Augusto C. McDonald, al que se le había visto en La Habana la última vez. No es muy difícil conectar los puntos.
Y hay más países, por ejemplo, Colombia. La influencia y el apoyo de Cuba se encuentra en el origen del Ejército Liberación Nacional (ELN). La primera semilla de esta agrupación la constituyó la Brigada Pro-Liberación de José Antonio Galán, creada en Cuba por seis jóvenes estudiantes colombianos que viajaron a La Habana con becas del gobierno de la Isla.
Con el El Salvador no hubo una injerencia militar; pero sí Cuba jugó un tremendo papel de apoyo material y en asesoría militar, influenciando en la unificación de los grupos guerrilleros salvadoreños cuyos líderes se habían reunido en La Habana en mayo de 1980.
Todos saben la tragedia en Bolivia. Ahí fue donde cayó el falso médico disfrazado de cruel y frío guerrillero.
En otros países del llamado Tercer Mundo la presencia injerencista cubana también se ha hecho notar.
Siempre, y desde los inicios, una de las marcas de su política exterior ha sido exportar el socialismo. Por eso siempre el núcleo, la célula de narcodictadores, de terroristas, de asesino, de maliantes, de lo peor en el continente ha estado en La Habana.
Aclarada la parte política, le corresponde el turno al “modelo económico”, -si es que puede llamarse “modelo” a un amasijo de restricciones y duras prohibiciones a los productores privados y un aletargado e ineficiente gobierno centralizado-, impuesto por el Clan Castro que fue, desde el principio, un perfecto desastre.
El esperpento económico-financiero, inspirado en el socialismo de corte soviético-estalinista, resultó en un sistema económico increíblemente ineficiente que devastó totalmente, -y en tiempo récord-, la economía floreciente con que contaba la mayor de las Antillas antes del fatídico año 1959.
Los primeros golpes demoledores los recibió la economía cubana en la forma de la llamada “colectivización agraria” y la “nacionalización de la industria privada”.
La primera asesinó la gestión individual de la casi totalidad del campesinado, cerrando un asfixiante cerco de estrecho control sobre sus vidas y sus producciones.
La segunda fue tan amplia y brutal que pasó a manos del estado socialista, recién creado, todas las empresas, no importa si eran grandes, medianas, pequeñas o de un solo individuo. De esta manera se nacionalizaron desde las industrias multimillonarias hasta los puestos de venta de periódicos y los sillones de los limpiadores de zapatos.
Como era de esperar, estas medidas políticas de feroz Estado Policial y férrea Economía Centralizada rindieron sus frutos: la ruina de la economía de un país que, antes de la llegada de los hermanos Castro, era uno de las más prósperas de América Latina; la plaza donde los principales adelantos tecnológicos se probaban antes que en otros lares.
De esta forma se creó una nación que, a pesar de contar con una increíble fértil tierra, un clima bendecido y la infraestructura agrícola-industrial lista para seguir en ascenso, se convirtió por obra del Maligno de Verde Olivo en un país con total dependencia de otros, en un parásito.
Primero fue la subordinación económica, -condicionada por el entreguismo político más aberrante practicado en el siglo XX-, a la extinta Unión Soviética que lidereaba a los “hermanos socialistas que construían el comunismo”.
Esta era la falacia utilizada desde el Kremlin para mantener bajo su dominio colonial a 14 naciones/repúblicas más los otros satélites centroeuropeos, Corea del Norte, Mongolia y la Isla de Cuba.
China se denominaba también socialista, pero a una manera muy china, sin dejar de ser un régimen diabólico de extrema izquierda también.
Esa dependencia plegaba a los intereses soviéticos todas las decisiones que se tomaban en La Habana. Incluso se probaron las armas nuevas del bloque soviético con los soldados cubanos en distintos países de África; o sea, los “comunistas europeos” suministraban el arsenal y los cubanos aportaban los muertos en los campos de batalla; una relación de profunda igualdad, cooperación, amistad y comprensión mutua.
Cuando la historia llamó a contar al socialismo (un poco más de 70 años después que comenzara el experimento) y finalmente lo declaró un sistema inviable implosionando en mil pedazos la Unión Soviética y sus seguidores centroeuropeos; solamente quedaron en pie, -aunque muy tambaleantes-, las dictaduras más sangrientas de ese círculo: Corea del Norte, China y Cuba.
Por supuesto que las condiciones ya eran otras y nadie estaba, -ni tenía los recursos necesarios-, para mantener a los otros, a pesar de que se siguieron profesando entre los tres un romántico y platónico “amor de clase”.
Fue el momento de “sálvese el que pueda” y la hora de buscar alguien nuevo a quien parasitar. Como una garrapulga sedienta, Castro comenzó a ver qué perro nuevo y rozagante podía abordar para chuparle hasta la última gota de sangre.
Corea del Norte había quedado inmediatamente descartada porque esa empobrecida nación de zombies comunistas estaba más para que le dieran, que para ir a pedirle.
Con China hubo un flirteo inicial, pero los amarillos, -de ojos que no sabes si te están mirando o escaneando-, resultaron unos tipos difíciles de engatusar.
Hubo varios intentos de atraerlos con inversiones e, incluso, llevaron algunos estudiantes para que aprendieran español en Cuba, preparándose para la colonización de Hispanoamérica por los “narras” en el siglo XXI.
El coqueteo llegó casi a insertar a la Isla en la novedosa variante colonial actual china, la llamada Ruta de la Seda, pero los asiáticos se dieron cuenta a tiempo de la encerrona y todo quedó en las mejores intenciones entre fraternos compañeros de lucha de clases contra el capitalismo, nada más allá.
La ideología es una cosa y el bolsillo es otra, eso lo tienen más que claro los camaradas chinos.
Resumiendo, succionarle algo a China no funcionó definitivamente. Los chinos siempre han sido más dragones (aunque estuvieran algo dormidos) que perros. Y no hay caso documentado en la mitología de que los dragones tuvieran pulgas o garrapatas.
Pero la lógica de La Habana era la de probar de todos modos, por si los orientales se equivocaban y se enganchaban en el seductor anzuelo tropical.
Y en ese escenario apareció El Salvador montado en un caballo alazán; Santo Hugo, nombre por el que imagino le debieron llamar en el Comité Central y Buró Político del PCC al militar golpista indultado que, -más tarde y de la mano de la misma democracia que pateó después-, llegó a presidente electo de la República de Venezuela.
El cortejo entre Castro y Chávez fue tan largo, meloso y detallista como los compromisos de antaño donde los novios pasaban años visitándose bajo la tutela de la tía solterona fungiendo de Chaperona, -antes de llegar al matrimonio, si es que llegaban-.
Pues Venezuela fue el perro salvador de turno. Una economía muy buena y, sobre todo, petróleo, mucho petróleo, el Oro Negro que tanto necesitaba Castro para seguir moviendo su maltrecha economía y darle continuidad a su objetivo supremo: eternizarse en el poder a como diera lugar.
La máxima que primó entre el Voldemort Tropical y sus acólitos fue aplastante: Si se podía obtener el petróleo barato era muy bueno, pero si se podía obtener regalado, mucho mejor.
Esta vez ya no era “la construcción del socialismo”, sino la variante moderna del populismo conocida como “Socialismo del Siglo XXI”. La misma basura, pero con un nuevo nombre, diseñado al más puro estilo Progre.
Y ahí comenzó la Venezuela de Hugo Chávez a andar, -a pasos agigantados-, por el camino de la Cuba de Fidel Castro. Copiaron todos los “programas sociales” de la mayor de las Antillas, nacionalizaron y dilapidaron a diestra y siniestra, no faltaba más, todos los recursos heredados de las administraciones capitalistas anteriores.
Bajo sugerencia de La Habana, y usando el petróleo venezolano, se creó el ALBA (Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América) cuya función principal y única era comprar el voto e influencia política de algunas pequeñas naciones latinoamericanas y caribeñas en foros internacionales a cambio de regalarles petróleo a manos llenas, es decir, a millones de barriles llenos.
Obviamente el “chavismo” obtuvo los mismos resultados que sus mentores caribeños: la economía venezolana se fue totalmente a pique, obteniendo a la vuelta de pocos años un país extremadamente pobre, violento y sin futuro.
La gran nación sudamericana pasó a ser dirigida, literalmente, desde La Habana, siguiendo todas las instrucciones y acatando las directrices de la policía política cubana para someter al pueblo y arrasar con las voces discordantes que pudieran surgir.
Y ahí tenemos entonces a los Cuatro Jinetes del Apocalipsis Cubano, que han perpetuado una violenta crisis económica prolongada que cada vez se agudiza más; y una escasez crónica de productos básicos que está estrangulando la maltrecha calidad de vida de los cubanos:
-El partido comunista y el aparato represivo que dirige; arrastrando detrás de sí a todo el país, totalmente detenidos en el tiempo y peligrosamente atrasadas tecnológicamente,
-La dependencia continua de la ayuda económica extranjera, primero de la “fraternal y desinteresada hermana” Unión Soviética, y luego de la obediente Venezuela,
-La falta de incentivos y trabas insuperables para la iniciativa privada nacional y la verdadera y libre inversión extranjera y, finalmente,
-La política beligerante de pequeño, malhumorado y atorrante chihuahua caribeño en continua confrontación con los Estados Unidos y demás países occidentales.
Si bien es cierto que Estados Unidos les ha tendido un embargo económico bastante benigno y a veces pareciera inexistente, -no confundir con bloqueo total como claman desde Cuba-; es justo y correcto afirmar que el atraso social y la férrea garra con la que se domina al pueblo, -creaciones del sistema totalitario y represivo de gobierno impuesto por la familia Castro y sus acólitos-, son las verdaderas causas de la deplorable situación actual en Cuba.
Aunque controvertido en su efectividad, el embargo norteamericano ha sido utilizado por el régimen que desgobierna Cuba para justificar políticas represivas y todos los errores y excesos cometidos, así como para desviar la atención de las verdaderas necesidades y aspiraciones del pueblo cubano.
La falta de apertura hacia reformas democráticas que oxigenen una sociedad que se asfixia día a día y el flagrante irrespeto a los Derechos Humanos, ha perpetuado un clima de estancamiento político y social que ha dejado a Cuba rezagada en comparación con otros países de América Latina, África y Asia; los cuales han optado por caminos de apertura y modernización.
Además, la “revolución” cubana ha generado un éxodo masivo de nacionales hacia otros países, en busca de libertad y oportunidades, creando divisiones sociales y familiares profundas dentro de la Isla.
Este fenómeno ha sido periódico, cada vez que “la olla está al reventar” por las tensiones económico-sociales. El primero fueron los Vuelos de la Libertad (1965 – 1973) mediante los cuales escaparon a Miami alrededor de 300,000 cubanos.
Después fue el Éxodo del Mariel (1980) donde, por vía marítima, se marcharon a la desbandada 125,000 cubanos, de nuevo hacia Miami, Estados Unidos. En 1994 se repitió lo mismo con la llamada Crisis de los Balseros. En esta ocasión 35,000 cubanos atravesaron el Estrecho de la Florida, infestado de tiburones y otros demonios, en frágiles embarcaciones hechas por ellos mismos, en dirección a… ahí mismo, de nuevo Miami recepcionándolos.
El goteo del escape hacia Estados Unidos o cualquier otro país del mundo, donde fuera, siguió hasta que de nuevo se acentuó en la segunda y tercera década del siglo XXI. Datos conservadores apuntan que del 2017 al 2023 alrededor de 2 millones de cubanos se han establecido fuera del país, la inmensa mayoría de ellos en el vecino Estados Unidos.
Esto ha generado un desplome de las cifras de la Población Económicamente Activa, la pérdida insustituible de profesionales, técnicos y obreros calificados; así como el peligroso envejecimiento de la población.
La falta de libertades civiles básicas y esperanzas de mejoras económicas ha llevado a millones de cubanos a despedirse de la tierra que los vio nacer, en busca de un futuro mejor; formando una diáspora cubana significativa que continúa influyendo en la política interna de Cuba y en las comunidades donde se asientan en el extranjero.
Muchos no regresaron. Murieron recordando los lugares donde pasaron la niñez, pensando en la primera novia y en los amigos de la adolescencia; añorando volver, pero a la Cuba que conocieron hacía mucho tiempo, no a la Isla convertida en cárcel.
No existe un país, por distante que se encuentre de Cuba o con condiciones climatológicas extremas, que no tenga cubanos residiendo en él; y en el que los cubanos no hayan emprendido con éxito empresas y proyectos impensables en su país de origen.
Los ejemplos de cubano que han brillado, y brillan, fuera de su país sobran. Algunos ejemplos: empresario Yannys Herrera (Italia), chef José Ynglada (España), cantante Celia Cruz (Estados Unidos), compositora Tania León (Estados Unidos), sonidista Paola Magrans (Estados Unidos), escritor Amir Valle (Alemania), diseñador Oscar García (Estados Unidos), instructor de baile Jorge Rodríguez (Argentina), ajedrecista e instructora Karla July Fernández (España), fisioterapeuta y empresaria Maivy Padrón (Alemania); y muchos cientos de miles más.
Cada uno de ellos ha llevado consigo un pedazo de su Cuba mientras trabaja duro para conquistar sus metas y transformar sus sueños en realidades tangibles; algo que en Cuba no hubieran podido lograr jamás.
Es indiscutible que la descapitalización del principal recurso con que cuenta un país, el humano, es uno de los mayores retos que enfrentará el gobierno futuro que intente reconstruir Cuba.
El movimiento popular que, inicialmente en 1959, despertó esperanzas de justicia social y soberanía nacional, fue involucionando hacia un régimen autoritario represivo con políticas económicas fallidas.
El legado de la dictadura castro-comunista es dejar Cuba sin pluralismo político, una aguda crisis económica ya endémica, la violación continua de los Derechos Humanos y un Estado sin garantías fundamentales.
Como consecuencia directa, esto ha impedido el desarrollo integral del país y ha dividido a la sociedad cubana en capas y fracciones que se enfrentan y desconfían mutuamente.
En una futura y cercana Cuba Libre es crucial aprender de los errores del pasado para construir un futuro basado en la democracia, el respeto a los derechos humanos y avanzar con un desarrollo sostenible; permitiendo de esta manera que Cuba pueda, finalmente, desarrollar sin trabas su verdadero potencial como nación unida y próspera.
LV, NV, 09/13/2025
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