
Existe mucha controversia sobre si este puede o no ser el último año de la dictadura cubana, una de las más viejas de la historia con sus casi 70 años de represión interna, conspiraciones internacionales y manipulación extrema a todo el que ha podido.
Unos cuantos analistas se preguntan, aplicando una lógica discutible, por qué el régimen de La Habana caería en el 2025, si no lo hizo en el 1991, cuando se quedó sin el soporte de los “hermanos” del campo socialista europeo.
Aunque parecen similares, hay muchas diferencias entre los dos momentos históricos; lo que pudiera determinar que este 2025 fuera el final de la versión Tropical del Socialismo.
La sorpresa de 1991
En 1991 aún estaban al mando de Cuba la primera hornada, los originales, los HP que hicieron el desmadre. En ese momento el desmerengamiento del bloque socialista europeo fue un golpe tan seco y duro, casi de un día para otro, que sorprendió a todos.
El único que sabía bien la magnitud del desastre era Castro y, obviamente, no lo hizo público como acostumbraba a proceder; pero en el discurso de ese año del 26 de Julio, en Camagüey, dio una pista con aquello de que: “tenemos que estar preparados por si un día nos levantamos y no existe la Unión Soviética”, lo cual no fue totalmente premonitorio, porque él sabía que iba a pasar, y pasó 6 meses después oficialmente.
En ese momento ya el conformismo, a vivir sin calidad ni derechos, se había instaurado en el país y pocos soñaban con marcharse o buscar nuevos horizontes. La imagen de los pollos que pacientemente esperan, hacinados en granjas malolientes, los escasos granos de la comida diaria; en vez de volar y buscar mejor sustento y condiciones de vida honrosas en otro lugar.
Vino la crisis extrema, eufemísticamente denominada “Período Especial”, como suelen los comunistas cambiarle el nombre a todo para ser “originales e irrepetibles”. En esos años el cataclismo fue parejo para el 99 por ciento de la población, que vio como los dirigentes de bajo e intermedio nivel estaban tan golpeados económicamente como ellos mismos.
De esa situación fueron saliendo gracias a un éxodo masivo y a la desbandada (solución ya probada en 1980 exitosamente); mucho miedo y medidas capitalistas de apertura al capital e inversiones extranjeras. Poco tiempo después, cuando Castro consideró que ya tenía dos pesos en el bolsillo y podía de nuevo apretarles la garganta a los recién nacidos micronegocios particulares nacionales y arrasar con los empresarios extranjeros a los que le debía cifras impagables, no dudó en hacerlo.
El slogan de los 80 “La Deuda es Impagable” se le aplicó de manera camuflada a la inmensa mayoría de las pequeñas compañías que, -con miopía histórica y avaricia por el dinero fácil a costa de una mano de obra esclava en la Isla-, habían confiado en el “nuevo curso de Cuba hacia el desarrollo” invirtiendo absurdamente en la economía siempre renqueante de la Cuba Socialista.
El 2025 es muy diferente
En estos momentos, el desastre ya tiene proporciones épicas. La infraestructura nacional está totalmente dañada, más allá de lo reparable: energía, agua potable, recolección de desechos, viales, transporte marítimo, aéreo y terrestre.
La producción industrial y agrícola prácticamente no existe. De “Azucarera del Mundo” Cuba pasó a importar azúcar. Los contratos de ventas de tabaco y rones se cumplen a duras penas gracias a una fuerte inversión extranjera que respalda la producción del patio.
Un dato, en 1991, en pleno “Período Especial”, la producción nacional de huevos fue de 2,717 millones de unidades. En el 2024 se reportaron solamente 385 millones; siete veces menor.
Los servicios básicos de salud y educación no cuentan con el personal ni los recursos mínimos para brindar ni lo más perentorio. Los otros servicios a la población: telefonía, bancos, financieros, seguros, son precarios e intermitentes.
El turismo, otrora vendido a bombo y platillo como la “locomotora que impulsaría otros sectores productivos y de servicios dentro del país”, no logra ni ocupar el 24 porciento de las habitaciones disponibles con las cantidades cada vez más exiguas de visitantes extranjeros que llegan cada año al país. De contra es un turismo conocido como “mochilero”, que no consume nada extra de lo que ya tiene pagado en el paquete que compró en su país.
El país se ha descapitalizado totalmente. Huyeron de la Isla tanto profesionales altamente calificados, entre ellos médicos, economistas, investigadores, científicos e ingenieros; como imprescindibles maestros de oficios: mecánicos, carpinteros, soldadores, panaderos.
Por otro lado, la influencia del gobierno cubano en el mundo se ha visto duramente mermada al ponerse vieja y no renovarse la temible red de favores y acciones de desestabilización global que, con el llamado Tercer Mundo; tejieron Castro, sus secuaces y la extinta Unión Soviética y sus satélites.
Nadie de los tres existe ya; y el Tercer Mundo está más desvalido y apabullado que nunca.
También los “Grupos de Amistad con Cuba”, fomentados por las embajadas y consulados cubanos en sus territorios de influencia, formados por pocos comunistas convencidos, muchos tontos útiles y algunos compañeros de viaje necesarios; se han ido reduciendo y no existen ya en casi ningún lugar.
El viraje hacia la derecha en Latinoamérica y el desenganche de los países africanos de la carroza comunista es otra muestra clara de la pérdida del terreno que otrora se aprovechaba para beneficio de Castro y sus acólitos.
¿Quiénes se mantienen “firmemente” al lado de Cuba? A saber, Venezuela, Nicaragua, Rusia, China, Irán y Corea del Norte. Lo mejor del vecindario, como diría Sabina.
Ahora, en la práctica concreta, ¿Cuál es la ayuda que pueden brindar?
NINGUNA, solamente la “solidaridad”, palabra que no encierra contenido material sino una arenga al estilo “estamos contigo; pero, cuídate por ahí tu solito”.
Muchas palabras altisonantes, pero ninguna nuez.
Para derramar la copa ya llena, la administración actual de los Estados Unidos se ha trazado seriamente, -dentro de su política exterior-, recuperar a Latinoamérica como su región favorita de influencia y eso pasa, definitivamente, por la acción de borrar la presencia nefasta de los gobiernos de Cuba, Venezuela, Nicaragua y demás alimañas afines en el vecindario.
Entonces, ¿Qué queda del arrogante conspirador “imperio del mal” que solía existir en los 23 grados de latitud norte?
Básicamente: NADA.
En la esfera interior, la brecha entre el gobierno y la población es tan irreconciliable como tangible. La gestión del gobierno de Cuba para garantizar bienestar y estabilidad familiar mínima no existe. El país se ha convertido en una selva donde cada uno tiene que cuidarse de los demás.
El principal depredador es el propio gobierno que no tiene ni el mínimo pudor hasta para apropiarse de las remesas monetarias que, desde el exterior y como gesto de salvavidas de auxilio, se les envía a los pobladores de la Isla.
La actividad del gobierno es cada vez más represiva, con las leyes que promulgan y la impunidad de las acciones de sus órganos punitivos, encabezados por el Ministerio del Interior y el de las Fuerzas Armadas Revolucionarias.
Ya no hay caretas ni ideología por las que clamar. Ya es un monstruo desatado, ya no hay más Mr. Jekyll, solo queda Edward Hyde.
De los históricos hay menos cada día, aferrados al último suspiro y al poder, que es la única forma de existir para ellos, y ellos lo saben.
¿El reemplazo y la “continuidad”? Una legión de torpes sin creatividad e imbéciles que apagan el fuego con gasolina e intentan resolver los problemas actuales de ingobernabilidad con los métodos y consignas de hace 40 años.
Popularmente pudiéramos decir que ya no está Gru, ahora están los Minions al mando. Y ya sabemos cómo terminan las cosas con los alegres muchachos de amarillo detrás del timón.
Entonces, ¿Ahora sí?
La respuesta no es tan fácil ni se responde tan rápido.
Al parecer, casi 70 años de sobrevivir en un ambiente sórdido al estilo 1984 le ha pasado la cuenta a la psiquis de la población cubana. Incluso los que han optado por escapar hacia otros lugares menos abrasivos.
El pueblo, agotado, prefiere huir antes que pelear, y el régimen lo sabe muy bien. A eso se le debe añadir la persecución feroz contra la oposición y la campaña constante de desacreditación mediática contra los exiliados, la llamada “guerra cibernética” para la que preparan estudiantes de universidades cubanas, destinan recursos para que, los afines al régimen, tenga acceso ilimitado a Internet y siembran agentes de opinión entre los exiliados que con trajes de cabra son lobos al servicio de La Habana para desunir a la oposición en el exilio.
En estos años se perdió la posición fuerte de Exiliado (con fondo político claro y definido) de las décadas del 60 y 70 del siglo pasado; haciéndose más fuerte la actitud de Emigrado (que busca mejoras económicas) de los que han abandonado Cuba para establecerse en otros países.
Esto hace que los cubanos que viven fuera no tengan una posición monolítica contra el régimen de La Habana. De la misma manera no existe una figura clara ni un movimiento creíble que aparezca como alternativa para gobernar después del inevitable derrumbe del régimen.
Eso lo tienen muy presente en Washington mientras el castrismo lo explota al máximo.
En fin, actualmente existen tres “variantes” identificables de los posibles escenarios post-comunismo en Cuba:
– “reconciliación nacional” (apuntar los crímenes y violaciones del régimen en el hielo y pasar la página)
– “con todos y para el bien de todos” (legitimar el régimen e incluirlo en una futura sociedad civil)
– “abajo y de un solo tajo” (sacar al régimen del poder por la fuerza y vetar toda actividad futura socialista/comunista en la Isla).
Hay una parte que apoya un estado de corte similar al de Viet Nam actual, donde tienes ciertas libertades para emprender negocios e iniciativas privadas pero que no incluye democracia, libertad de expresión ni una sociedad civil funcional.
Así las cosas, con todos los elementos expuestos, ¿Ahora sí?
LV, NV, 08/30/2025
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