Se tenía que decir y…

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Trump y la situación de emergencia en Haití

“El Pacificador” no puede obviar el peligro que representa la situación haitiana para Estados Unidos.

La inauguración del nuevo mandato de Donald Trump trajo consigo la posibilidad esperanzadora de un mundo más pacífico, después de cuatro años de incesantes turbulencias. Ese es uno de los mensajes por los que votó el ciudadano norteamericano.

Sin embargo, al regresar al Despacho Oval, el presidente Trump se enfrenta a una gran cantidad de crisis y puntos de conflicto internacionales; en casi todos los rincones del mundo.

Después de tratar de encaminar la guerra en Gaza hacia una solución final y duradera, la administración Trump busca poner fin a la guerra en Ucrania lo antes posible (una tarea titánica que se encuentra en sus primeros estadios) y restablecer la hegemonía y el equilibrio histórico que siempre gozó la región Indo-Pacífico (otra tarea inmensa, el éxito de la cual dependerá mucho del resultado de las dos anteriores); entre otros objetivos importantes.

Estos problemas requieren la máxima atención suya, de su secretario de Estado y del gabinete presidencial de conjunto.

Sin embargo, la situación de abandono en que se encuentran las relaciones con el resto de América ha generado una situación desastrosa entre sus vecinos más cercanos (inestabilidad social, corrupción, narcoestados, surgimiento de regímenes abiertamente antinorteamericanos que cooperan a la luz del Sol con el nuevo Eje del Mal: Rusia-China-Irán) y todo bajo las narices del Imperio.

Esto, no cabe dudas, exige una revisión inmediata y un cambio dramático del rumbo en política exterior hacia esta parte de Occidente.

Si el objetivo principal de la administración Trump es estabilizar el orden internacional en favor de los Estados Unidos, como se ha venido anunciando, no deben permitir que Haití se convierta de un estado fallido, -que ya lo es-, en un estado neolítico, hacia donde va a grandes zancadas.

Si la situación en esa isla del Caribe continúa el derrotero por donde va, el colapso final de Haití sería el estertor de muerte para la seguridad del Caribe en general.

Consigo arrastraría al abismo a la sociedad de la vecina República Dominicana, que ya se debate ante la “invasión” haitiana a través de la frontera común; llevaría desestabilidad a las costas de Puerto Rio y las Bahamas; aparte de ser una distracción perfecta para los planes de narcotráfico hacia Estados Unidos a través de Cuba e islas aledañas.

Es un precio bastante alto para la seguridad de Estados Unidos, sobre todo de los estados ubicados en el sureste de la nación.

Entonces, si la situación en Haití no se encauza hacia la normalidad, no podríamos nombrar a Trump como “El Pacificador“, que quizás sea el legado que haya escogido para su nueva incursión en la política.

En bajada y sin frenos

El asesinato del presidente Jovenel Moïse el 7 de julio de 2021 sacudió al país, exacerbando la crisis que había comenzado tres años antes con un furioso estallido de protestas por los precios del combustible.

Posteriormente, las protestas continuas coincidieron con la guerra entre diferentes pandillas para repartirse lo que ha quedado de país. La capital, Puerto Príncipe, y las áreas circundantes cayeron, en su mayor parte, en manos de pandillas. El señor de la guerra Jimmy “Barbecue” Chérizier, quien lidera las autodenominadas Fuerzas Revolucionarias del G9 y Aliados, ahora domina la mayor parte de la capital de Haití en su intento por derrocar al… ¿gobierno?

El gobierno haitiano corre el riesgo diario de perder completamente el poco control que aún tiene del país. Los ataques generalizados a instituciones e infraestructura paralizan a toda la nación. Las pandillas asaltan comisarías de policía, hospitales, puertos, prisiones e incluso aeropuertos. Ya estos actos no son noticia porque es la realidad diaria cruda y dura, es el new normal.

En marzo de 2024, las pandillas asediaron prisiones para liberar a miles de reclusos y atacaron el Aeropuerto Internacional Toussaint Louverture, impidiendo que el primer ministro interino, Ariel Henry, regresara después de una visita a Kenia.

Como consecuencia directa, la FAA (Administración Federal de Aviación, en español) norteamericana prohibió temporalmente los vuelos hacia y desde a Haití, ya que las pandillas continúan disparando indiscriminadamente contra los aviones comerciales.

Situación descrita excelentemente como “apocalíptica” por William O’Neill, a quien el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas nombró su experto en Haití, el país ha sufrido miles de homicidios y secuestros, siendo la violación un hecho común.

Además de la violencia, los haitianos experimentan una constante falta de alimentos, aguda crisis de vivienda, falta de agua potable y servicios médicos básicos. Ninguna de las funciones de un estado normal existe.

Como es lógico, cuando sucede un desmadre de estos kilates, la catástrofe humanitaria ha desplazado a más de quinientos mil haitianos, la mayoría de los cuales buscan ingresar a los Estados Unidos, legalmente o no. Más de trescientos mil haitianos han recibido refugio seguro a través del programa de TPS (Estatus de Protección Temporal, en español), implementado por la administración Biden el verano pasado.

Pero no es suficiente, los haitianos lo saben y los Estados Unidos también.

La inestabilidad política no muestra signos de disminuir, todo lo contrario. El acosado primer ministro interino Henry renunció en abril de 2024 después de no poder regresar a casa. Tras la renuncia de Henry; Michel Patrick Boisvert y Garry Conille sirvieron como primeros ministros interinos antes de que el Consejo Presidencial de Transición nombrara a Alix Didier Fils-Aimé para el cargo hasta que el país pudiera celebrar elecciones.

Sin embargo, un proceso electoral ordenado depende de una exitosa MSS (Misión Multinacional de Apoyo a la Seguridad, en español) creada por una resolución del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, y financiada por los Estados Unidos.

El primer ministro Henry solicitó formalmente en octubre de 2022 “el despliegue inmediato de una fuerza armada especializada, en cantidad suficiente“, pero hubo oídos sordos y no recibió nada.

El presidente Biden prometió más de $300 millones para financiar y suministrar la logística, pero hasta ahí, no se comprometió en supervisar ni dirigir la fuerza multinacional.

Después de diez desesperantes meses de deliberaciones acaloradas, Kenia finalmente se ofreció a encabezar la misión de apoyo. A ciencia cierta nadie se explica el por qué Kenia aceptó esa tarea.

Una cosa siempre quedó clara: pasara lo que pasara, y por mucho que fuera el deterioro de la situación en Haití, Estados Unidos no iba a comprometer fuerzas estadounidenses en el terreno.

Brasil y Canadá, dos grandes países que influyen en la política de la región, no se mostraron dispuestos tampoco a cooperar en la solución de la crisis haitiana. La misión estará compuesta por 2,500 oficiales y soldados, paradójicamente estos no son de los países más afectados por las consecuencias en Haití.

Las pandillas al timón

El retraso en implementar la resolución de la ONU fue extremadamente negativo, avivando más las llamas de la situación, y mandando un mensaje confuso sobre las verdaderas intenciones de dar una solución real y definitiva al conflicto.

En junio y julio de 2024, cuatrocientos policías kenianos finalmente se desplegaron en Haití para ayudar a la Policía Nacional Haitiana a restaurar el orden. Los oficiales kenianos comenzaron a proteger infraestructura y realizar patrullajes en coordinación con la policía.

Aún así, la violencia sigue dominando el panorama en el país, especialmente en la capital. La intención de recuperar el país de las pandillas ha sido un proceso agotador, con algunos magros logros.

Para hacer las cosas como realmente se deben hacer se necesita de muchos más efectivos y confrontar directamente a la multitud de pandillas que pululan alrededor de Puerto Príncipe.

Actualmente el 85 por ciento del área metropolitana es controlada por las pandillas, a las que no se les discute “su jurisdicción”. Las mismas continúan llevando ataques en toda la ciudad a pesar de la presencia de fuerzas extranjeras, para demostrar que son realmente las que tienen el sartén por el mango.

Los asaltos persisten y se realizan de una manera impune haciendo quedar en ridículo los esfuerzos de estabilizar el país. Recuerden que, durante la ceremonia en la Nochebuena pasada, celebrando la reapertura del Hospital General de Haití, pistoleros asesinaron al conocido reportero Marckendy Natoux, en un tiroteo contra él y otros periodistas.

El mensaje estuvo claro: ¿No quieren noticias? Pues ahí tienen.

En respuesta a la urgente necesidad de más fuerzas de seguridad, Kenia envió 217 oficiales adicionales el 18 de enero de 2025. Estos oficiales forman parte de los 1,000 efectivos que Kenia prometió desplegar como cabeza de la MSS.

A ellos se unió un minúsculo contingente latinoamericano. Tan pequeño, el envío y el esfuerzo que, en vez de dar protección al pueblo haitiano, más bien lo que da es lástima.

Esta fuerza de tarea incluye a Bahamas (6 efectivos), Belice (2 efectivos), El Salvador (8 efectivos), Guatemala (150 efectivos) y Jamaica (24 efectivos). Obviamente, estos soldados y policías militares no serán suficientes para quitarle el sueño a las pandillas bien armadas y organizadas, menos para lograr la tranquilidad ciudadana.

Las pandillas simplemente los ignoran, y siguen campeando por su respeto. El impacto que se esperaba lograr es nulo.

La falta de determinación de los Estados Unidos para tomar un rol de vanguardia y dejar de lavarse las manos a lo Pilatos solo ha logrado envalentonar a los señores de la guerra y sus secuaces. Subiendo la parada, el pasado 20 de enero, una pandilla disparó contra una furgoneta, muy bien identificada como un transporte perteneciente a la embajada estadounidense, con balas perforantes. En ese suceso sin precedentes, un jardinero que trabajaba para el gobierno de los Estados Unidos fue herido.

País pequeño, Solución complicada

En esta segunda vuelta, Trump ha enmendado un error de principiante cuando fue el presidente 45. En el 2025 se ha preocupado por reunir un equipo de política exterior que comprende la importancia crítica del hemisferio occidental para los Estados Unidos, por lo menos ese es el mensaje que ha transmitido en sus primeros 50 días de gobierno.

Eligió al representante Mike Waltz (republicano por Florida) como Asesor de Seguridad Nacional y al senador Marco Rubio (republicano por Florida) como Secretario de Estado. Además, seleccionó  a Christopher Landau, -ex embajador de los Estados Unidos en México-, como Subsecretario de Estado, y a Mauricio Claver-Carone, ex subasistente del presidente y director senior para Asuntos del Hemisferio Occidental en el Consejo de Seguridad Nacional; como enviado especial del Departamento de Estado para América Latina.

Está claro que, de los expertos en política exterior, orientados al Hemisferio Occidental, Rubio es el más consciente de la grave situación en que se encuentra Haití y los efectos negativos sobre Estados Unidos de esa crisis sin fin.

Recordemos que, durante su audiencia de confirmación ante el Comité de Relaciones Exteriores del Senado, Rubio señaló que “no hay una respuesta fácil” a la crisis en Haití, “y no vendrá de una intervención militar estadounidense“. Para el flamante nuevo Secretario de Estado, una combinación de diplomacia y fuerza colectiva podría ser la solución.

La idea de Rubio parece ser la de lograr el compromiso diplomático con varios países de la región y de otras latitudes, lo cual podría conllevar al establecimiento de un verdadero contingente de soldados y policías, con real poder de fuego y suficientes efectivos que pueda combatir a las pandillas exitosamente, pacificar el país y permitir que se celebren elecciones libres y seguras.

Marco Rubio reconoció las consecuencias desastrosas para la región si la situación se sigue deteriorando en Haití, especialmente, -como señalamos-, para la República Dominicana; un fuerte y leal aliado de los Estados Unidos. Eso podría desestabilizar socialmente y echar al traste el ascenso económico que ha experimentado últimamente este pequeño país.

El presidente dominicano Luis Abinader también favorece la “solución colectiva” de Rubio para la inestabilidad política en Haití, ya que ningún otro estado soporta tanta presión como República Dominicana, el vecino pared con pared de Haití. A pesar de que Abinader construyó un muro fronterizo de 250 millas, -insuficiente por demás-, la crisis en Haití afecta todos los aspectos de la vida en la República Dominicana.

Los servicios gubernamentales y comunitarios dominicanos (sobre todo salud pública y educación) no pueden ya soportar la onerosa carga que trae aparejado el aumento descontrolado de la migración del vecino.

¿La respuesta? Abinader ha aumentado las deportaciones, expulsando a más de 276,000 migrantes haitianos del país en 2024. Pero no es suficiente. La presión es demasiada, y sigue creciendo sin control, para la sociedad quisqueyana.

To Be or Not To Be

No nos llamemos a engaño pensando que es un problema aislado porque Haití no se comunica con tierra firme y por lo tanto las consecuencias no van a transmitirse más allá de la frontera con Dominicana y de sus costas.

Restablecer el orden y llevar a Haití a un cauce democrático y estable tendrá un costo mayor del que se pueda imaginar actualmente. Si los Estados Unidos no abordan rápidamente la situación y toman el liderazgo de las acciones, las cosas se van a poner más complicadas aún.

Los regímenes de Cuba y Venezuela se encuentran en un túnel sin salida ni retroceso, sin luz al final. Aunque se ha parado en seco la emigración ilegal descontrolada en la frontera sur, el vecino México sigue siendo un país que está perdiendo aceleradamente la pelea contra los carteles de la droga, con un gobierno que insiste, -y defiende a ultranza-, que mirar hacia otro lado es la mejor forma de dirigirlo, implementando la política “Abrazos, NO Balazos” para dejar que el país se convierta, en breve, en un narcoestado clásico.

Definitivamente, Estados Unidos no puede permitir que otro país en el Caribe se convierta en un estado totalmente fallido. Hay que atajar y corregir cuanto antes a Haití.

Y aquí viene el punto a decidir para el próximo paso. La idea de desplegar Marines estadounidenses en Haití no es algo que sea muy bienvenido en la región, los recuerdos no son buenos, la justificación a las críticas al Imperio Yanqui estaría servida en bandeja de oro, sin duda.

Sin embargo, hundir la cabeza en la arena como el avestruz y negarse a actuar de manera decisiva por miedo a las repercusiones políticas internas y a las despiadadas críticas externas producirá un escenario de pesadilla en el que el frágil gobierno haitiano de transición finalmente colapse estrepitosamente y las pandillas terminen por controlar lo poco que les resta del país, sumiendo a una nación de casi doce millones de personas en el hambre, la desesperación y la carnicería humana.

Un desbordamiento del conflicto llevaría a la República Dominicana al colapso también. Más de un millón de haitianos huirían hacia los Estados Unidos, potencialmente abrumando a los países vecinos en el proceso migratorio.

Aunque Trump recientemente pausó el Programa de Admisión de Refugiados de los Estados Unidos mientras reforzaba la seguridad fronteriza, la avalancha de refugiados que huyen de un Haití fallido representaría un desafío imposible de evitar para los Estados Unidos.

Esperar más movimiento en las Naciones Unidas, con su proverbial lentitud y poca autoridad para que se implemente lo que se acuerda en sus sesiones; solamente aumentaría la probabilidad de un desastre hemisférico.

Aunque la administración Biden intentó en noviembre transformar la fuerza multinacional en una misión de mantenimiento de la paz de la ONU, China y Rusia se unieron para detener esa idea. Obviamente a esos dos gobiernos no les interesa que Estados Unidos se rodee de países estables socialmente y prósperos económicamente, es obvio.

La situación es tan extrema que, incluso solicitada por Haití, apoyada por la Organización de los Estados Americanos y por los Estados Unidos; una misión de mantenimiento de la paz de la ONU aún no sería viable debido a la falta de voluntad de China y Rusia para ayudar a evitar que un estado fallido desestabilice el Caribe.

Resumiendo, los Estados Unidos deben hacer lo que están acostumbrados a hacer, y siempre han hecho: actuar en su propio interés nacional. Cuatro años de la administración anterior tratando esta crisis con medias tintas han limitado las opciones de hoy para Trump, quien ahora debe considerar solamente dos opciones realistas.

La primera es la del liderazgo estadounidense. Los Estados Unidos no pueden alquilar una fuerza policial extranjera para rescatar países en su propio hemisferio. Eso no funciona así. Trump y Rubio deben buscar una “solución colectiva“, mediante la cual una coalición coordinada de fuerzas del Hemisferio Occidental, encabezada por los Estados Unidos, le ponga cara y destruya las pandillas devolviendo la seguridad y estabilidad a Haití.

Un aspecto crucial hacia el proceso de lograr la paz a través de la fuerza es saber cuándo y cómo ejercer la fuerza para lograr la paz. Lo normal en estos casos es que la fuerza y la diplomacia trabajen en conjunto. El presidente norteamericano necesitaría, desde su liderazgo, coordinar a los socios regionales y ejercer la fuerza para lograr el orden y luego la paz duradera en Haití. Estos dos requisitos son indispensables para llevar a término feliz la reconstrucción nacional.

La segunda opción es mantener la visión que Biden y su gabinete aplicaron en este caso. A saber, que Estados Unidos lideree los esfuerzos a distancia. En esta variante Trump podría centrar la atención de su administración en problemas apremiantes en otros lugares y confiar en la iniciativa liderada por Kenia para resolver la crisis.

Este puede ser el camino más seguro para él, de menor costo político; pero continuar con la política de la administración anterior conlleva un riesgo mucho mayor que la recompensa, como ya hemos visto.

Trump, “El Pacificador”, debe responder de manera decisiva, apoyando decisivamente una de las dos variantes expuestas, antes que no sea él ni los Estados Unidos los que ya no tengan la última palabra al irse totalmente de las manos las cosas en Haití.

LV, NV, 03/15/2025



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